DOMINGO XXXIII DEL
TIEMPO ORDINARIO
15 de Noviembre de
2015
Los ángeles, ayuda y protección
Estamos acercándonos al final del Año
Litúrgico. El año civil no coincide con el litúrgico. El civil comienza el 1ro.
De enero y concluye el 31 de diciembre. En cambio, el Litúrgico finaliza con la
Solemnidad de Cristo Rey (XXXIV domingo del Tiempo Ordinario) y comienza con el
1er. Domingo de Adviento. Éstos dos últimos son móviles. No tienen fecha fija.
Para esta XXXIII semana del tiempo
ordinario, en la primera lectura del profeta Daniel 12,1-3 nos habla de uno de
los tres arcángeles que la Biblia menciona por su nombre. Se trata de Miguel,
el gran príncipe que defiende al pueblo, en nombre de Dios.
En esta ocasión, hablemos un poco de
los ángeles, particularmente de los custodios. Entre las devociones más vivas
de la Iglesia primitiva se encontraba esta devoción. La devoción a los ángeles
ha sido siempre parte de la religión bíblica.
Los ángeles se encuentran por todos
los rincones de la Biblia, desde el principio hasta el fin; desde el Génesis
hasta el Apocalipsis.
Así, por ejemplo, los ángeles
aparecen con frecuencia en la vida de los patriarcas: Abraham, Isaac y Jacob.
Éste último, incluso, llega a luchar contra uno de ellos. Los ángeles preceden
a los israelitas durante el éxodo, en el camino de Egipto a la Tierra
Prometida.
Los ángeles, además, anuncian la
palabra de Dios a los profetas. Estos mismos revelan que hasta los gentiles
tienen ángeles custodios. El Libro de Tobías nos muestra cómo un ángel guió a
un joven a recobrar la fortuna familiar, descubrir una cura para la ceguera de
su padre y, de paso, encontrar a una esposa bella y virtuosa.
El Nuevo Testamento se abre con una
explosión de actividad angélica. Ni la Virgen María ni san José parecen muy
sorprendidos de recibir la ayuda de los ángeles.
En los Hechos de los Apóstoles,
inicio de la predicación evangélica, va adelante por la acción de los ángeles.
Ellos liberan a los apóstoles de la prisión (Hech 5,19; 12,7).
Un ángel guía a Felipe de Jerusalén a
Gaza, a su decisivo encuentro con el oficial de la corte etíope (8,26). Los
ángeles posibilitan el encuentro de Pedro y Cornelio (10,3-5). Otro ejemplo, es
el famoso encuentro de Pedro con una familia. Allí el ángel está presente
(12,15).
Los ángeles son actores claves en la
experiencia de Desierto que Jesús vive en Judá, por cuarenta días, como en la
dolorosa vivencia del Monte de los Olivos
La historia de la Iglesia avanza bajo
la guía, protección y ayuda de los ángeles. Lo mismo sucede en nuestras vidas.
Los primeros creyentes en Jesús lo tenían claro. Dios nos ha dado, a cada uno,
la protección y ayuda del ángel custodio. A ellos les preocupa nuestro bien.
¿Qué son, pues, los ángeles? La
palabra viene del griego ‘ángelos’, que traduce, a su vez, el hebreo ‘malahk’.
En ambas lenguas bíblicas, ángel significa “mensajero”. Ellos son mensajeros de
Dios.
A lo largo de la historia de la
Iglesia, el término se ha aplicado a todo el conjunto de seres incorpóreos y
puramente espirituales creados por Dios. Cada domingo que recitamos el Credo
afirmamos que Dios es creador “de lo invisible y lo visible”, entre lo
invisible están las creaturas angélicas.
Cuando vamos a Misa, la presencia de
los fieles nunca es poca, aunque se vean pocos, si hablamos humanamente. Los
ángeles están presentes como lo representa muy bien la película “El Gran Milagro”
y, también, como se desprende de las palabras de la Misa: “y, por eso, con
todos los coros de los ángeles cantamos sin cesar: Santo, Santo, Santo…”.
¡Invoquemos con fe a nuestro Ángel
Custodio!
Mons.
José Francisco González González
XIV
Obispo de Campeche

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