¡ENSÉÑANOS EL AMOR, MADRE TERESA!
Artículo escrito por María
Rosaura González Casas, religiosa de la Compañía de Santa Teresa de Jesús. Publicado en la
edición impresa del Diario de Yucatán
del jueves 15 de Octubre de 2105.
Hoy,
en la Plaza de Santa Teresa, en Ávila, se cerrará el jubileo de acción de
gracias por los 500 años del nacimiento de Teresa con una misa solemne
celebrada por el cardenal Ricardo Blázquez, arzobispo de Valladolid y
presidente de la Comisión Episcopal Española.
Con
este motivo hemos vivido una explosión de peregrinaciones, estudios, películas,
investigaciones, ponencias, presentación de obras literarias y de arte, cursos
y celebraciones en todo el mundo.
Y
por ello damos muchas gracias a Dios, pidiendo que todos estos eventos den
muchos frutos de bien y de amor en tantas personas que han conocido un poco más
a Teresa de Jesús.
Si
miramos con distancia este año nos podemos preguntar ¿qué nos han dejado estas
celebraciones?, ¿cuál ha sido la enseñanza principal que nos ha dejado esta
Maestra de espirituales? Sería importante que cada uno nos dejáramos cuestionar
e hiciéramos este ejercicio. Por lo pronto, les comparto mi experiencia como
resumen de lo que ha sido para mí su mensaje principal.
Teresa
nos invita a orar y para ella la oración es una relación de amistad con Dios,
con Jesús, con María, con José. Esta relación implica aprender a “ser siervos
del amor”, pero ¿qué significa esto? Ella lo define así: “Determinarnos a
seguir por el camino de oración al que tanto nos amó”. Y con esta definición
Teresa nos enseña que la oración, el aprendizaje del amor y la entrega de la
vida es una misma cosa; que oración y vida no pueden concebirse separadas.
De
la calidad de relaciones que vivimos se percibe la oración que tenemos y esto
se manifiesta en el amor a Dios y a los demás. La santa nos habla de un amor
que “no ha de ser fabricado en la imaginación”, sino que se manifiesta en lo
concreto de la vida cotidiana, en obras, en actitudes. Y no se trata de que nos
convirtamos en héroes y en actores de grandes obras, es en lo pequeño y
sencillo donde se ve el amor y la entrega: “Porque el Señor no mira tanto la
grandeza de las obras como el amor con que se hacen”.
Camino amoroso
Nuestra
querida Madre y Maestra nos muestra el camino de la oración como un proceso de
relación amorosa que va transformándonos y haciéndonos más parecidos a Jesús en
el amor a los demás. En este proceso relacional se aprende a amar a Dios y al
prójimo, sobre todo al prójimo “porque si amamos a Dios no se puede saber, mas
el amor al prójimo sí”. Teresa nos enseña que son tres las características de
este amor verdadero y nos las presenta en el libro “Camino de Perfección”: amor
de unos con otros, desprendimiento y verdadera humildad.
Amor
de unos con otros: este amor que debemos tenernos, según nuestra santa, es un
amor de amistad, que perdona, porque “no hay cosa enojosa que no se pase con
facilidad en los que se aman”; que es abierto a todos, no es excluyente, “aquí
todas han de ser amigas, todas se han de amar, todas se han de querer, todas se
han de ayudar”; no es un amor sensual, es un amor que conoce el mundo y la
“mundanidad”, que sabe qué es amar al Creador y qué cosa es amar a la criatura;
es un amor “que no se contenta con amar estos cuerpos por más hermosos que
sean”, un amor que es “más aficionado a dar que a recibir”, “que pone los ojos
en el alma” y que no le duele el trabajo que implica ayudar a crecer a otro,
“ninguna cosa se les pone delante que de buena gana no harían por el bien de
aquella alma”. Este amor “no es un amor que sólo acá dura”, es un amor “que va imitando
al Capitán del amor, Jesús nuestro bien”.
Desprendimiento.
Para Teresa no se puede amar verdaderamente sin desprendimiento, porque todo se
pasa y mientras amamos a las personas es muy necesario “traer muy continuo en
el pensamiento la vanidad que es todo y cuán presto se acaba para quitar las
afecciones de las cosas que son tan baladíes y ponerlas en lo que nunca se ha
de acabar”, porque podemos apegarnos a cosas, actitudes o personas que nos
quitarán la libertad para amar con un amor maduro.
Para
ello también necesitamos desprendernos de nosotros mismos, del amor propio, de
nuestras formas de ver y de actuar, abrirnos a los demás y a la verdad del
Evangelio. Teresa comprende muy bien que “este apartarnos de nosotros mismos y
ser contra nosotros es recia cosa, porque estamos muy juntos y nos amamos
mucho”. Pero sin este desprendimiento es muy difícil salir de nosotros para
amar a los demás.
Fundamento
Humildad:
esta virtud es el fundamento del amor verdadero. Sin ella Teresa no entiende el
amor: “No puedo yo entender cómo haya, ni pueda haber humildad sin amor, ni
amor sin humildad”. Esta actitud nos da la posibilidad de vivir en la verdad,
porque “humildad es andar en verdad” y porque la humildad nos lleva no sólo a
conocernos a nosotros mismos, sino a aceptarnos en la realidad de lo que somos
delante de Dios y de los demás: “Andemos en verdad delante de Dios y de las
gentes de cuantas maneras pudiéremos, no queriendo que nos tengan por mejores
de lo que somos, y en nuestras obras dando a Dios lo que es suyo y a nosotros
lo que es nuestro, y procurando sacar en todo la verdad”.
El
mundo de hoy nos invita a “estar orgullosos”, a ganar la estima de los demás,
sin importar el engaño o la mentira; sin embargo, así caemos en cubrir o crear
apariencias que nos llevan a olvidar los límites que tenemos y la tierra que
somos. Esta actitud de falsedad nos impide aceptar nuestra realidad, con sus
dones y límites, y esta falta de aceptación personal hace muy difícil la
aceptación de los demás. Sin esta base resulta casi imposible el amor y la
amistad.
Me
parece que ésta es la enseñanza fundamental de Teresa de Jesús: que el camino
de oración es una relación que nos lleva a la práctica de un amor con
características especiales para poder “llamarle amor”. Este aprendizaje lo
resume así: “Que sólo estas dos cosas nos pide el Señor, amor de su Majestad y
del prójimo”.
Pedimos
a Dios como fruto del centenario que esta mujer, amiga de la verdad, nos enseñe
que el amor es el sentido y la alegría de nuestras vidas. ¡Amemos como amó
Teresa de Jesús y podremos realizar una revolución y un cambio insospechados en
nuestro mundo!

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