sábado, 7 de noviembre de 2015

HOMILÍA DEL OBISPO DE CAMPECHE PARA EL DOMINGO XXXII DEL TIEMPO ORDINARIO


DOMINGO XXXII DEL TIEMPO ORDINARIO
8 de Noviembre de 2015

La fe de apariencias

Hoy, en el Evangelio, Jesús nos advierte y pone en precaución: “¡Cuidado con los escribas!” (Mc 12,38). ¿Quiénes eran los escribas, que se volvieron personas no imitables y a quienes se debería uno acercar con cuidado?

Se le dio el nombre de “escriba”, al que es un conocedor de la Ley de Dios. A veces, también, por el mismo motivo, se le llama “doctor de la Ley” y, en algunas ocasiones, recibe el título de “maestro” o “rabino” (Mt 22,35; Lc 5,17).

Los escribas son los “profesionales del Libro”, así como los sacerdotes van a ser los “profesionales del culto”. Ellos son peritos en cuestiones bíblicas. Se podría decir, popularmente, “se saben la Biblia al derecho y al revés”.

Este grupo comenzó a tener mucha importancia en Israel, cuando vino a menos el profetismo. Los profetas valientes inspirados por Dios comenzaron a decrecer. El Estado creó escuelas de profetismo, para tener profesionales que dijeran lo que querían escuchar. Por eso, los ‘profetas oficiales’ ya no fueron bien escuchados por el pueblo. En ese hueco, los escribas se ocuparon profesionalmente de la interpretación de la palabra de Dios.

Pronto, ellos comenzaron a adquirir rango en el pueblo. Se convirtieron en una clase conductora de la sociedad. A este grupo, ahora Jesús se dirige, porque ellos tienden a convertir la Ley (Libro-religión) en principio de poder sobre otros.

Jesús les va a reprochar su excesiva casuística y su conducta carente de sinceridad. La religión se ha convertido para ellos en principio de honor propio y egoísta. Eso les da seguridad material (un modo de vestir distinto, reverencia externa).

Pudiera parecer que es pura ostentación, una especie de patología inofensiva. Pero es mucho más. Esa enfermedad religiosa se convierte en principio de dominio que se expresa en dos formas contrapuestas y, sin embargo, complementarias: aparentar ante Dios (mucho rezo visible y presencia) y aprovecharse de los otros (banquetean con los ricos y devoran a las viudas pobres).

La actitud de los escribas los hace aparecer ‘divinos’ (manejan y conocen las Sagradas Escrituras), pero tienen una gran necesidad de aparecer con un prototipo de formalidad sacra (usan amplios ropajes). Eso les hace creer que tienen mucho aprecio público (reciben reverencias en la calle).

Empero, no son nada dentro, carecen de verdad personal. Pero eso lo esconden en su deseo de andar llamando la atención.

La fe de verdades

Después de haber acentuado el riesgo de las personas religiosas, Jesús vuelve los ojos, y se sienta con sus discípulos. Ya encaró a los escribas por su vivencia hipócrita de la religión. Pero, en el Templo de Jerusalén, también hay una piedad ejemplar de apertura a Dios y de confianza en su misterio.

Como homenaje a los valores no oficiales, la escena de la viuda es un ejemplo digno de seguir. Ella pone todo lo que tiene, dos moneditas, confiada en que su ‘tesoro’, todo lo que tenía para vivir, se va aplicar para el culto a Dios y para el servicio de los pobres.

La fe de la viuda es una fe de gratuidad: confianza en Dios, que se traduce en gesto de gratuidad abierta hacia los demás.

Ella no conoce de Biblia (como el escriba), no pide ver (como el ciego de nacimiento). Ella sólo quiere participar del Reino de Dios, aunque es una mujer abandonada, no tiene marido, pues ha muerto.




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