DOMINGO XXXII DEL
TIEMPO ORDINARIO
8 de Noviembre de
2015
La fe de apariencias
Hoy, en
el Evangelio, Jesús nos advierte y pone en precaución: “¡Cuidado con los
escribas!” (Mc 12,38). ¿Quiénes eran los escribas, que se volvieron personas no
imitables y a quienes se debería uno acercar con cuidado?
Se le
dio el nombre de “escriba”, al que es un conocedor de la Ley de Dios. A veces,
también, por el mismo motivo, se le llama “doctor de la Ley” y, en algunas
ocasiones, recibe el título de “maestro” o “rabino” (Mt 22,35; Lc 5,17).
Los
escribas son los “profesionales del Libro”, así como los sacerdotes van a ser
los “profesionales del culto”. Ellos son peritos en cuestiones bíblicas. Se
podría decir, popularmente, “se saben la Biblia al derecho y al revés”.
Este
grupo comenzó a tener mucha importancia en Israel, cuando vino a menos el
profetismo. Los profetas valientes inspirados por Dios comenzaron a decrecer.
El Estado creó escuelas de profetismo, para tener profesionales que dijeran lo
que querían escuchar. Por eso, los ‘profetas oficiales’ ya no fueron bien
escuchados por el pueblo. En ese hueco, los escribas se ocuparon
profesionalmente de la interpretación de la palabra de Dios.
Pronto,
ellos comenzaron a adquirir rango en el pueblo. Se convirtieron en una clase
conductora de la sociedad. A este grupo, ahora Jesús se dirige, porque ellos
tienden a convertir la Ley (Libro-religión) en principio de poder sobre otros.
Jesús
les va a reprochar su excesiva casuística y su conducta carente de sinceridad.
La religión se ha convertido para ellos en principio de honor propio y egoísta.
Eso les da seguridad material (un modo de vestir distinto, reverencia externa).
Pudiera
parecer que es pura ostentación, una especie de patología inofensiva. Pero es
mucho más. Esa enfermedad religiosa se convierte en principio de dominio que se
expresa en dos formas contrapuestas y, sin embargo, complementarias: aparentar
ante Dios (mucho rezo visible y presencia) y aprovecharse de los otros
(banquetean con los ricos y devoran a las viudas pobres).
La actitud
de los escribas los hace aparecer ‘divinos’ (manejan y conocen las Sagradas
Escrituras), pero tienen una gran necesidad de aparecer con un prototipo de
formalidad sacra (usan amplios ropajes). Eso les hace creer que tienen mucho
aprecio público (reciben reverencias en la calle).
Empero,
no son nada dentro, carecen de verdad personal. Pero eso lo esconden en su
deseo de andar llamando la atención.
La fe de verdades
Después
de haber acentuado el riesgo de las personas religiosas, Jesús vuelve los ojos,
y se sienta con sus discípulos. Ya encaró a los escribas por su vivencia
hipócrita de la religión. Pero, en el Templo de Jerusalén, también hay una
piedad ejemplar de apertura a Dios y de confianza en su misterio.
Como
homenaje a los valores no oficiales, la escena de la viuda es un ejemplo digno
de seguir. Ella pone todo lo que tiene, dos moneditas, confiada en que su
‘tesoro’, todo lo que tenía para vivir, se va aplicar para el culto a Dios y
para el servicio de los pobres.
La fe
de la viuda es una fe de gratuidad: confianza en Dios, que se traduce en gesto
de gratuidad abierta hacia los demás.
Ella no
conoce de Biblia (como el escriba), no pide ver (como el ciego de nacimiento).
Ella sólo quiere participar del Reino de Dios, aunque es una mujer abandonada,
no tiene marido, pues ha muerto.

No hay comentarios:
Publicar un comentario