FAMILIAS
HETEROSEXUALES
Artículo escrito por Mons. Felipe Arizmendi
Esquivel, Obispo de san Cristóbal de las Casas, Chiapas.
VER
Nuestra
Suprema Corte de Justicia sigue demostrando que emite sus juicios sólo en base
a si una ley o una norma son conformes a la constitución que nos rige, o si la
contradice. Su antropología es legalista, no humanista. Debería llamarse Corte
de Constitucionalidad, o de Legalidad…
Dicen
que, para defender la familia, es legítimo contraer “matrimonio” entre personas
del mismo sexo. ¿Cuál familia? ¿Acaso un hombre genera familia con otro hombre;
una mujer engendra familia con otra mujer? Esto es imposible biológica y
psicológicamente. Un hombre no fecunda a otro hombre, ni una mujer a otra
mujer. Esto no es cuestión de fe o de religión, sino de experiencia elemental.
No es homofobia, intolerancia, o discriminación, sino simple biología.
Que
puedan convivir sexualmente personas del mismo sexo, nadie se lo impide, aunque
no es conforme con los mandatos divinos. Que puedan tener algunos derechos,
heredar, apoyarse económica y moralmente, es justo, humano y, por tanto, legal.
Pero ese no es el camino para hacer familia; es todo lo contrario.
Hay que
agregar que a la llamada hasta ahora Suprema Corte de Justicia le parece
discriminatorio que una pareja del mismo sexo (que no es matrimonio, según
nuestro concepto) pueda adoptar menores, dizque para proteger el bien del
menor, su bien supremo… Sólo se fijan en algunos aspectos, como el económico,
la seguridad de tener alimento, ropa, escuela, salud y bienestar material, pero
no toman en cuenta factores morales, espirituales, psicológicos y sociales. Su
visión es meramente legalista y economicista. No toman en cuenta que, para un
desarrollo normal de la persona, necesitamos una adecuada relación con las
figuras materna, paterna, fraterna y comunitaria. Sin ellas, puede uno crecer
quizá con todo lo material asegurado, pero con rasgos no definidos de una
personalidad masculina o femenina, pues no hay de otra; sólo hay en este mundo
hombres o mujeres.
PENSAR
El Papa
Francisco dijo en una audiencia general de los miércoles: “Dios,
después de haber creado el universo y a todos los seres vivientes, creó su obra
maestra, o sea el ser humano, que hizo a su propia imagen: ‘A imagen de Dios
los creó: varón y mujer los creó’ (Gen 1,27).
Como
todos sabemos, la diferencia sexual está presente en tantas formas de vida, en
la amplia escala de los vivientes. El hombre y la mujer son creados a imagen y
semejanza de Dios. Esto nos dice que no solamente el hombre en sí es imagen de
Dios, no solamente la mujer tomada en sí es imagen de Dios, sino que también
como pareja son imagen y semejanza de Dios. La diferencia entre hombre y mujer
no es para la contraposición o la subordinación, sino para la comunión y la
generación, siempre a imagen y semejanza de Dios.
La
experiencia nos enseña: para conocerse bien y crecer armónicamente, el ser
humano tiene necesidad de la reciprocidad entre hombre y mujer. Cuando esto no
sucede, se ven las consecuencias. Sin el enriquecimiento recíproco en esta
relación, los dos no pueden ni siquiera entender hasta el fondo qué significa
ser hombre y mujer. Dios ha confiado a la tierra la alianza del hombre y de la
mujer: su fracaso vuelve árido el mundo de los afectos y oscurece el cielo de
la esperanza. Las señales son ya preocupantes y las vemos.
De aquí
se ve la gran responsabilidad de la Iglesia y de todos los creyentes, y sobre
todo de las familias creyentes, para descubrir la belleza del plan creador, que
pone la imagen de Dios también en la alianza entre el hombre y la mujer. La
tierra se llena de armonía y de confianza cuando la alianza ente el hombre y la
mujer se vive en el bien. Y si el hombre y la mujer la buscan juntos entre
ellos y con Dios, sin dudas la encuentran”(14-IV-2015).
ACTUAR
Respetemos
a quienes tengan otras tendencias sexuales, no bien definidas como masculinas o
femeninas. No los debemos insultar o marginar, pues no sabemos la raíz de lo
que son o aparecen; desconocemos su historia familiar y qué puede explicar lo
que viven, porque no es algo connatural al ser humano, sino fruto de
experiencias vividas en la niñez y la adolescencia. Son seres humanos, dignos
de todo respeto.
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