DOMINGO XXXI DEL
TIEMPO ORDINARIO
1º de Noviembre de
2015
¿Cuál mandamiento es el más importante?
En su
caminar histórico, Jesús se encontró con muchas personas, afrontó diversas
situaciones y respondió a múltiples interrogantes vitales. Ahora, el Evangelio
de Marcos 12, 28-34 nos narra, que un escriba, un estudioso de la palabra de
Dios, se acerca a Jesús, lleno de curiosidad, para hacerle una pregunta, una
situación que le preocupaba.
El tema
ventilado, en una sociedad extremadamente religiosa, y que se había
complejizado en sus estructuras, era candente.
El
escriba pregunta: “¿cuál es el primero de los mandamientos?”. Hay mandamientos
muy importantes en la religión judía, los cuales eran valorados y cumplidos por
la mayoría de los creyentes; a saber: el descanso del sábado, las normas de
pureza social y alimenticia, la visión del templo y su sacralidad, la
participación en las grandes festividades, y otros.
Es un momento
importante y, hasta cierto punto, lleno de tensión y curiosidad. Jesús se
encuentra con un profesional de la Ley israelita. Ambos se escuchan y se alaban
mutuamente. Un gesto mutuo de educación y cordialidad.
Con
esos presupuestos, ambos pueden recorrer juntos un largo camino de experiencia
de Dios (Primer Mandamiento) y apertura hacia el prójimo (Segundo Mandamiento).
No olvidemos que Jesús sigue siendo un buen judío.
Es
claro que no hay dificultad en establecer el orden jerárquico de la Ley: amor a
Dios y amor al prójimo. El problema estriba, más bien, en acertar quién es el
prójimo y cómo se le debe amar.
Como es
su entendible esencia, el Evangelio de Marcos no pretende resolver el asunto
desde el punto de vista de las teorías o de los grandes principios éticos. Pero
sí nos indica con claridad la manera cómo Jesús concretiza, en el día a día, su
encuentro y su amor al prójimo, porque Cristo ama y conoce a Dios, su Padre.
El Cura de Ars explica el mandamiento
El
Santo Cura de Ars nos ilumina con su experiencia y responde con su atinada
sencillez a la pregunta del escriba: “Si me preguntan ahora qué es adorar a
Dios, se los digo. Es, a la vez, creer en Dios y creer a Dios. Fíjense en la
diferencia que hay entre creer en Dios y creer a Dios.
“Creer
en Dios, que es la fe de los demonios, consiste en creer que hay un Dios que
premia la virtud y castiga el pecado… Niegan la existencia de Dios y, en su
ceguera y frenesí, se atreven a sostener que después de este mundo no hay
premio ni castigo… vayan a interrogar a un poseso, y él les explicará lo que
deben pensar de la otra vida. Les dirá que el pecado es castigado y la virtud
recompensada.
“Creer
a Dios es reconocerle como tal, como nuestro Creador, como nuestro Redentor: es
tomarle como modelo de nuestra vida, es reconocerle como Aquél de quien
dependemos de todas nuestras cosas, ya sea en cuanto al alma, ya sea en cuanto
al cuerpo, ya en lo espiritual, ya en lo temporal. Es conocerle como Aquel de
quien lo esperamos todo y sin el cual nada podemos.
“Vemos en
la vida de San Francisco que pasaba noches enteras sin hacer otra oración que
ésta: ‘Señor, Tú lo eres todo, y yo no soy nada: eres el Creador de todas las
cosas y el Conservador del universo, y yo no soy nada’.
“Adorar
a Dios es ofrecerle el sacrifico de tono nuestro yo, o sea, someternos a su
santa voluntad en las cruces, en las aflicciones, en las enfermedades, en la
pérdida de bienes, y estar dispuestos a dar la vida por amor, si ello fuese
preciso”.
¡Oremos
a Dios por nuestros fieles difuntos!

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