DOMINGO XXVI DEL
TIEMPO ORDINARIO
27 de Septiembre de
2015
Jesús, Salvador
Universal
El Evangelio de hoy (cfr. Mc 9, 38ss) es un texto particular
porque los discípulos de Jesús no quieren admitir a quien hace obras buenas. La
razón para excluirles es que no pertenecen visiblemente al grupo de los
seguidores de Cristo.
La actitud de extrañamiento de los discípulos deja
entender como un deseo explícito de manejar el monopolio de Jesús, como si
Cristo fuera una ‘patente’ exclusiva. Nadie, sino sólo ellos para manejar su
persona, su doctrina. Esa actitud la defiende Juan el Zebedeo. Él defiende los
intereses de su grupo.
La escena parece una consulta legal. Ha surgido en la
Iglesia un caso imprevisto, y piden el parecer de Jesús. O todavía, más preciso
es decir, que antes de consultar a Jesús, los discípulos ya tenían la
respuesta.
Jesús les corrige su mentalidad exclusivista, separatista
y manipuladora. Así pues, los seguidores de Jesús no tienen que esforzarse por
mantener su propia identidad utilizando leyes exclusivistas.
Más que el triunfo de su grupo han de querer que el bien
mesiánico se extienda, es decir, que se realicen “milagros” en nombre de Jesús
siguiendo su ejemplo.
El ‘nombre de Jesús’ aparece en el Evangelio como fuente
de vida, como fuerza sanadora. San Pablo nos va a decir, por estas razones, que
al nombre de Jesús toda rodilla se doble en el cielo y en la tierra. De aquí
nace la actitud de arrodillarse a la hora de que Jesús se hace presente en la
Consagración eucarística.
Juan quiere ejercer un control sobre ese poder mesiánico
de Jesús, quiere imponer una credencial de afiliación en la Iglesia para todos
los que invocan el Nombre de Jesús.
Jesús rompe toda envidia entre sus mismos seguidores. No
quiere formar una secta o comunidad cerrada donde la institución deba imponerse
ni fundar un grupo oficial de realizadores de milagros.
Jesús quiere, más bien, que el impulso de su doctrina y
la vida de sus discípulos, pueda extenderse más allá de las fronteras de la
misma Iglesia organizada. Los cristianos, por ende, no son dueños de la fuerza
que brota de la entrega sacrificial de Cristo, ni pueden controlarle.
La Iglesia, pues, dirige, anima, expande la palabra de
Dios, pero no la encierra ni la domina; no utiliza ese poder en nombre propio,
ni quiere controlarlo para bien del grupo, por encima de los otros.
Cristo
Negro, Señor De San Román
Hoy concluyen las fiestas jubilares en honor al Cristo
Negro Señor de San Román. Agradecemos a Dios sus incontables beneficios y
bendiciones a favor del devoto pueblo campechano a lo largo de 450 años.
Confiamos a Él nuestras familias, estudios, trabajos,
enfermedades, preocupaciones, alegrías. Que su mirada afectuosa y
misericordiosa nos acompañe siempre.
Reportamos dos extractos poéticos, de sendos autores:
Septiembre es para ti, Campeche, el surco
que nace con la luz sanromanera:
Mes de fiesta, de cálidos encuentros,
de costumbres que se vuelven eternas;
¡y de ese Cristo Negro que ilumina
la concordia de esta tierra muy nuestra!
¡Fe de mi padre y mi madre!
¡Fe de mi abuela y mi abuelo!
¡Fe de mi hermano y mi hermana!
¡Fe de los hijos que tengo!
¡Fe de las gentes morenas
que son carne de tu pueblo,
forman una sola fe
que vive en tu Cristo Negro!
En ti confiamos, ¡Señor de San Román!
Y de tu misericordia infinita esperamos alcanzar el
remedio de nuestras necesidades.
Mons. José Francisco
González González
XIV Obispo de
Campeche

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