NO SE PUEDE LLAMAR
MATRIMONIO
Cada palabra tiene
su significado propio
Artículo escrito
por el Sacerdote español José
Carlos Areán, sobre las uniones de personas del mismo sexo,
publicado el sábado 21 de Agosto de 2010 en la página Editorial, de la sección
nacional-internacional, del Diario de Yucatán.
Dos leonas no hacen pareja. Dos gatos, tampoco. No pueden aparearse.
Para ello tendrían que ser de distinto sexo y de la misma especie. Son cosas de
la zoología. No es producto de la cultura hitita, fenicia, maya, cristiana o
musulmana. Por supuesto no es un invento de la Iglesia católica.
Muchos siglos antes de que Jesús naciera en Belén, el Derecho Romano reconocía el matrimonio como la unión entre un hombre y una mujer. Después los romanos se divertían con sus efebos, que para eso estaban, para el disfrute. La esposa era para tener hijos.
Muchos siglos antes de que Jesús naciera en Belén, el Derecho Romano reconocía el matrimonio como la unión entre un hombre y una mujer. Después los romanos se divertían con sus efebos, que para eso estaban, para el disfrute. La esposa era para tener hijos.
La palabra matrimonio procede de dos palabras romanas: “matris” y
“munio”. La primera significa “madre”, la segunda “defensa”. El matrimonio es la
defensa, el amparo, la protección de la mujer que es madre, el mayor y más
sublime oficio humano. Cada palabra tiene su significado propio. Una
compraventa gratuita no es una compraventa, sino una donación. Y una enfiteusis
por cinco años no es una enfiteusis, sino un arriendo vulgar.
Llamar matrimonio a la unión de dos personas del mismo sexo me parece
como poco serio. Jurídicamente, un disparate. De carcajada. Que le llamen
“homomonio”, “chulimonio”, “seximonio”, lo que quieran, todo menos matrimonio, que
ya está inventado hace tiempo. Nadie llama pastel de manzana al que está hecho
de peras.
Lo curioso es que cuando dices cosas como éstas, algunos te miran como
extrañados de que no reconozcas la libertad de las personas. Y por más que les
dices que sí, que respeto la libertad de todos, que cada uno puede vivir con
quien quiera, incluso con su perro, pero que eso no es un matrimonio, van y me
llaman intolerante.
No sé lo que harán los parlamentarios españoles a la hora de votar, tal
vez seguir el modelo argentino. Son políticos, no juristas. Votarán por razones
políticas, no según el Derecho. Las consecuencias son graves.
Si un varón tiene derecho a casarse con otro varón y una mujer a hacerlo
con otra mujer, ¿le vas a negar el derecho a un hermano a casarse con su propia
hermana? ¿O a un padre a hacerlo con su hija? ¿No tienen el mismo derecho? La
sociedad se quiebra. Huele a podrido. Como en Dinamarca, cuando la profesora le
preguntó a Pablito cómo se llamaba su madre y el niño contestó: “Mi mamá se llama
Pedro”.— Vigo, España.

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